Nutrición saludable y salud física

La investigación científica y las pruebas han demostrado que la ingesta de alimentos puede aumentar o reducir el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la obesidad, las enfermedades cardíacas, la diabetes, la hipertensión, la osteoporosis e incluso algunas formas de cáncer. Estas enfermedades crónicas se denominan “enfermedades del estilo de vida” porque provienen principalmente de elecciones de estilo de vida deficientes y habituales, como el consumo elevado de alimentos procesados, grasas malas, demasiado alcohol y nicotina, y una cantidad insuficiente de verduras y frutas. Por el contrario, una buena elección de alimentos y suplementos mejora la salud cotidiana y la longevidad. El Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) elaboró unas Guías Alimentarias basadas en los alimentos que han sido establecidas por muchos países de toda Europa, adaptadas a la cultura nacional, las preferencias alimentarias y la disponibilidad de alimentos. [1].

Las recomendaciones comunes incluyen el consumo de muchas frutas, verduras y carbohidratos complejos, y la elección de alimentos con menos grasas saturadas, sal y azúcar. Aunque los detalles pueden variar entre países y culturas, hay muchas similitudes entre todas las directrices europeas” [2].

GUÍAS DIETÉTICAS BASADAS EN ALIMENTOS

Prácticamente todas las Guías Alimentarias Europeas incluyen categorías similares en un diseño visual para facilitar su comprensión.

El siguiente es un ejemplo de Grecia: La pirámide alimentaria de la Dieta Mediterránea:

Verduras: Coma una gran variedad de verduras de hoja verde. Se recomienda limitar el consumo de patatas, porque están llenas de almidón de rápida digestión, que tiene el mismo efecto de montaña rusa sobre el azúcar en sangre que los cereales refinados y los dulces. A corto plazo, estas subidas de azúcar e insulina en sangre provocan hambre y exceso de comida, y a largo plazo, aumento de peso, diabetes de tipo 2, enfermedades cardíacas y otros trastornos crónicos.

Frutas: Elija una variedad de colores de frutas cada día.

Cereales integrales: Consuma cereales integrales (avena, pan integral y arroz integral). Los cereales procesados, al igual que las patatas, tienen un alto contenido en almidón y crean picos de azúcar en el torrente sanguíneo, lo que es perjudicial para la salud.

Proteínas: Céntrese en el pollo, el pescado, los frutos secos y las legumbres, y las proteínas no animales. Limite las carnes rojas y evite las carnes procesadas, ya que comer incluso pequeñas cantidades de éstas de forma regular aumenta el riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, cáncer de colon y aumento de peso.

Aceites saludables: Limite la mantequilla y evite las grasas trans. Utilice aceites de oliva, canola y otros aceites vegetales para cocinar, en las ensaladas y en la mesa, ya que estas grasas saludables reducen el colesterol perjudicial y son buenas para el corazón.

Agua: Beba agua, té o café (con poco o ningún azúcar). Limite la leche y los lácteos (1-2 raciones al día) y los zumos (1 vaso pequeño al día) y evite las bebidas azucaradas.

Puedes leer más sobre la Dieta Mediterránea aquí.

¿CÓMO INFLUYEN LA NUTRICIÓN Y EL ESTILO DE VIDA EN EL COMPORTAMIENTO?

Todos conocemos el viejo dicho: “Somos lo que comemos”. Por ejemplo, sabemos que hay alimentos “buenos” y “malos” que actúan sobre el riesgo de ser obeso, tener diabetes o sufrir enfermedades cardiovasculares, y la ciencia médica sabe bastante sobre cómo funciona esto.

¿Y si le decimos que lo que comemos también puede afectar al funcionamiento del cerebro? Aquí, sin embargo, no estamos tan seguros de cómo funciona. Lo que sabemos es que hay pruebas convincentes de un impacto considerable -tanto perjudicial como protector- de los componentes de la nutrición en comportamientos como la impulsividad y la compulsividad. Todavía no está claro si las intervenciones nutricionales específicas (pero comunes) realmente funcionan. Y lo que es más importante, no sabemos realmente cuál será el impacto (tamaño del efecto) de estas intervenciones no farmacológicas, lo que plantea preguntas como: ¿podemos mejorar nuestro funcionamiento cerebral general o nuestra salud mental mejorando nuestra dieta y nuestro estilo de vida?

ESTUDIAR EL EFECTO DE LA NUTRICIÓN EN LA SALUD MENTAL

Nos encontramos en los inicios del campo de la psiquiatría nutricional, que tiene la posibilidad de ser una nueva e importante dirección en la atención a la salud mental [4]. Numerosos estudios han revelado la poderosa conexión entre la nutrición y la salud mental, y han apoyado el concepto del “eje intestino-cerebro”, por el que el cerebro y el intestino mantienen una comunicación bidireccional. Eat2beNICE está a la vanguardia de esta investigación y lleva a cabo numerosos estudios de investigación y ensayos clínicos para seguir desarrollando este floreciente campo.

Los cuatro ensayos clínicos de Eat2beNICE estudian los efectos de:

EL EJE INTESTINO-CEREBRO: VINCULACIÓN DE UNA DIETA SALUDABLE CON LA SALUD MENTAL

También queremos entender cómo los alimentos o la dieta pueden influir en el funcionamiento de nuestro cerebro y en la salud mental. Por eso estudiamos el eje intestino-cerebro.

El intestino y el cerebro están conectados y “hablan” entre sí en una comunicación bidireccional que incluye información, sobre todo, desde infecciones y náuseas, hasta el estado de ánimo y el estrés. Este vínculo bidireccional se conoce como el eje “intestino-cerebro”. Recientemente, las bacterias que viven en nuestro intestino (conocidas como microbiota intestinal) han sido identificadas como contribuyentes mecánicos potencialmente importantes para el eje “Intestino-Cerebro” y el comportamiento y la salud y los trastornos mentales.

Esto es relevante por dos razones

  1. la microbiota intestinal produce sustancias como los aminoácidos esenciales, y estas sustancias podrían tener un impacto directo en nuestro cerebro y
  2. la estructura y función de nuestra microbiota intestinal depende de los alimentos que ingerimos.

Esto significa que si podemos identificar y modificar la estructura de nuestra microbiota intestinal (a través de nuestra dieta), podríamos, en principio, modificar (aunque sea ligeramente) el funcionamiento de nuestro cerebro. En Eat2beNICE estamos estudiando cómo funciona esto.